Es inevitable sentirse enajenado de la humanidad y estar cada día más cerca de lo realmente perverso y de lo puro, de lo oscuro o iluminado; es siempre la misma milonga. Me limito a verla porque, entre milonga y polaridad, todo se convierte en lo que me guía: una imagen para el consciente y un millón de interpretaciones para el subconsciente; ninguna correcta o incorrecta, todas absolutas y eternas, silbidos melancólicos del alma o bien la dolce vita, saudades...